lunes, 16 de marzo de 2015

La expansión de Bruno

(Cuento)

Los dos días más importantes en la vida de una persona
son el día en que nace y el día en que descubre para qué.
(Mark Twain)

Se podría decir, y de hecho se dice, que  Bruno nació dos veces. La primera, cuando su madre lo trajo al mundo, que es la manera más habitual de nacer; y la segunda, años después, cuando supo qué hacía aquí.

Bruno era el segundo de tres hermanos y su vida quedó marcada por esa posición intermedia. Fue un estudiante mediocre, era de mediana estatura y solo se interesaba a medias por las cosas. No tenía amigos íntimos y nadie tenía mal concepto de él. No tenía pasiones ni rechazaba nada por completo.

Quizás esa indefinición, ese falta de inclinación hacia nada, fue lo que lo llevó a  tomar una decisión que, por drástica, no parecía adecuada a su forma de ser. Pero todo el mundo actúa alguna vez de manera imprevisible y Bruno, claro está, no iba a ser diferente.
Cuando terminó el instituto y sus compañeros se decidieron por la universidad o por el mundo laboral, Bruno, incapaz de preferir ni lo uno ni lo otro, decidió quedarse en casa.
Sus padres pensaron que necesitaba un tiempo para reflexionar, para aclararse las ideas. “Está en una edad muy delicada”, se decían sin convencimiento.
Pasaron semanas y meses y, cuando quisieron darse cuenta, Bruno llevaba un año sin salir de casa y casi sin salir de su habitación.
Su madre le decía:
-Bruno, hijo mío, ¿no te gustaría…?
Y sin dejarla terminar, Bruno contestaba:
-No, no me gustaría.
Entonces lo intentaba su padre:
-Bruno, muchacho, ¿no te parece…?
-No, no me parece –respondía Bruno, que cada vez se volvía más huraño.

Convertido en un recluso voluntario, Bruno apenas comía, casi no se duchaba y, si así lo hubiese querido, hubiera podido trenzarse la barba, como un guerrero vikingo.
Pasaba los días, y las noches también, ante el ordenador, jugando a juegos de estrategia y visitando páginas donde otros jugadores intercambiaban impresiones y trucos para mejorar el rendimiento de sus virtuales ejércitos.
Un día quiso el azar que uno de esos jugadores, que se hacía llamar Rebel –la originalidad no es siempre necesaria–, y al que Bruno imaginaba como otro vikingo desgreñado y hosco, revelara su identidad femenina. Esto le causó a Bruno una pequeña conmoción, y estuvo a punto de abandonar el sitio y no volver. Pero se dio la circunstancia de que Rebel conquistó su curiosidad primero y su corazón después, y al cabo de unos días empezaron a intercambiar mensajes privados.  

Si la madre de Bruno hubiera sabido que su hijo había encontrado un alma gemela, se habría ilusionado y se habría echado a soñar. Pero en realidad fue mejor que no lo supiera y no se hiciera ilusiones. Y es que sí, su hijo y Rebel eran almas gemelas: ninguno de los dos tenía la menor intención de abandonar su encierro ni el más leve interés por conocerse en persona. Tal para cual.
Algún tiempo después, cuando ya Bruno hubiera podido usar su barba como bufanda, ocurrió otro hecho inesperado.
Los caminos del ciberespacio son inescrutables y sus bifurcaciones insospechadas, y esto  hizo que Bruno, buscando nuevos recursos para los personajes de  su juego, llegara inexplicablemente a un sitio en el que leyó: “¿Quieres colaborar con nosotros? ¡Necesitamos voluntarios! ¡Ellos te necesitan!”

Atraído de nuevo por la curiosidad, dedicó unos minutos a aquel sitio que había aparecido en su mundo por sorpresa, y supo que ellos eran animales como águilas, linces, camaleones... Bruno nunca había sentido un interés particular por los animales como no lo había sentido por ninguna otra cosa del mundo real, pero las imágenes de aquellas criaturas, del refugio, del monte, de la vida natural, le causaron una impresión extraña. Sintió una emoción a la que no podía dar nombre; una sensación que le pareció dolorosa y dulce al mismo tiempo, como si el corazón se le agrandara.

No es fácil explicar una expansión semejante del alma, salvo con la certeza de que la vocación, esa llamada que nos indica un camino, tira de nosotros con más fuerza incluso que el amor.  Y Bruno sintió  en ese momento que algo lo empujaba hacia los animales, hacia la naturaleza; algo que hacía que se sintiera distinto y nuevo.

Al otro día salió de su habitación por primera vez en varias semanas. Un poco ruborizado por la alegría asombrada de sus padres, se sentó a la mesa y, con una amabilidad en la voz y en los gestos que ya no recordaban, les  dijo que quería comer con ellos.

Y a la mañana siguiente, aseado y con una mochila casi vacía al hombro, salió de casa. Caminaba despacio, porque sus miembros estaban debilitados, pero su espíritu era como un sol: cálido, luminoso y con un camino preciso que seguir.



16 comentarios:

Metalsaurio dijo...

En Japón tienen una palabra para la gente como Bruno: hikikomori.

Y Def Con Dos tiene una cancioncilla (no llega a canción) que se llama Juanito Hikikomori que va a de eso:

https://www.youtube.com/watch?v=vXFPe8xefpA

Un saludo.

Sara dijo...

Vaya, vaya... Yo hubiera jurado que sería el Amor y no la Vocación lo que haría salir a Bruno de su encierro, pero no siempre ocurre lo que a una le gustaría...

Un cuento inquietante, pero bonito. Muy bien trazado.

Millones de besos.

loquemeahorro dijo...

Estaba pensando en el término que dice Metalsaurio, que le agradezco que haya buscado/recordado por mí ;-)

A lo mejor lo que le gustó, o lo que le convenció de salir, no fueron los animales per se (¿per sé?) sino la idea de que le necesitaban.

Él no necesitaba nada fuera de su casa, pero cuando se sintió necesitado, se decidió a salir.

Anónimo dijo...

¡Bien! no va a traer sólo deshumanización la Tecnología. Aunque yo estoy convencido que lo que logra esto de Internet es que ya nadie disfrute en donde esté físicamente ni de con quién está, también físicamente, en ese momento; Internet logra que tengamos la cabeza siempre por ahí: en ese mundo intangible de la Red. Ayer se publicaba ese estudio que ha hecho una marca de preservativos sobre cómo las parejas "no están en lo que están" sino que prefieren dedicar su atención a sus compañías virtuales. Esto es el mayor peligro de la historia de la Humanidad, desde luego.
Y pobres padres ¿no?: se dedican a mantener a un "intruso" en casa y de repente, se larga de allí sin dar explicaciones, ni agradecimientos ni nada. Otra consecuencia de este mundo tan moderno.
Pero parece que no me ha gustado...¡al contrario, Ángeles!; me ha encantado. Me sigue fascinando tu estilo claro, sencillo, como de fábula, con esas atmósferas diáfanas que logras transmitir -digo diáfanas porque me suelen sugerir la sencillez, la inocencia y la claridad de lo habitual, de lo ingenuo...¡Dios!,no sé cómo expresarlo- que de repente, dan una voltereta y me dejan sorprendido cuando menos.
¡Ay, ay, ay! ¡y qué sólo sepamos de tus cuentos, los cuatro privilegiados que pasamos por aquí!
carlos

Lan dijo...

Creo que no es fácil saber para qué hemos venido al mundo.
Pero quienes a él nos trajeron suelen querer auxiliarnos y, guiados por el sentido práctico, se empeñan en que lo antes posible sepamos buscarnos los garbanzos. La sociedad se rige también por estas ordenanzas tácitas.
Así nos dicen: “Lo bueno es enemigo de lo mejor”, “Más vale pájaro en mano que ciento volando” y otras expresiones que pretenden que vivamos con los pies en el suelo.
Quien se decide pronto y asume una tarea, sin otras premisas que su utilidad, es más apreciado que quien titubea y no se decide hasta encontrar algo que le llene.
En nuestros días nos vemos obligados a lanzarnos a por cualquier trabajo como el náufrago que se lanza a por un tablón, simplemente por supervivencia.
El debate entre necesidad y vocación suena lejano en este mundo donde la economía no vela por la felicidad de las personas sino por los intereses de unas élites a las que les es indiferente no ya la felicidad de nadie, sino que viva o muera.
¿Qué prefieres comer o soñar? Y nos ponen, en general, en la tesitura de elegir entre un atisbo de felicidad o una hambruna segura.
De cualquier modo quien, pese a todo, tenga un trabajo vocacional en nuestros días tiene, no sólo mi admiración, sino también mi envidia.

Ángeles dijo...

En efecto, Metalsaurio, este cuentecillo está inspirado en el fenómeno de los hikikomori, que me pareció un buen marco para tratar la idea de la vocación como fuerza “redentora”.
Gracias por la “cancioncilla” de Def Con Dos, no la conocía.

Saludos.


Gracias, ,Sara, eso de “inquietante” me ha gustado :) Ya ves que el amor no lo puede todo, al contrario de lo que nos gusta creer. Pero, al fin y al cabo, la vocación es también una forma de amor, ¿no crees?

Besos y besos


Me gusta tu visión de la historia, Loque, gracias. Sí, sentirse necesitado puede ser también un gran aliciente -per se ;)- para ponerse en marcha.


Carlos, lo que dice ese estudio es descorazonador, pero quizás también pueda ser que haya un problema afectivo previo, que es el que lleva a las personas a la tecnología, como refugio, como compensación. Antes de los móviles, las tablets y esas cosas, ¿en qué se refugiaban las personas para compensar sus carencias?
Por otro lado, yo creo que Bruno no se largó de casa sin explicaciones; yo imagino que habló con sus padres durante aquel día y que a partir de entonces sus relaciones se normalizaron. Es que me gusta pecar de optimista ;)
Por último y más importante, muchísimas gracias por la valoración tan generosa que haces del cuentecillo y la forma tan estupenda en que la has expresado. Eres muy amable, gracias. 


Estoy de acuerdo, Lan, en que no es fácil saber para qué hemos venido al mundo. Eso viene a ser como la versión individual de descubrir el sentido de la vida, me parece.
Y también coincido en que parece que no hay más remedio que elegir entre hacer lo que te gusta de verdad y lo que resulta práctico: entre alimentar el espíritu o el cuerpo.
Creo que el envidiable es aquel que tiene la oportunidad y la energía para combinar la satisfacción de ambas necesidades.
Muchas gracias, como siempre, por tus atinadas reflexiones.

Anónimo dijo...

Pues efectivamente, antes nos evadíamos con las novelas, las películas, la radio e incluso se escribían cartas a amantes desconocidos; incluso se tenían amantes de verdad je,je,je. Pero no me negarás que todas estas distracciones no eran inteactivas -no había contestación desde "el otro lado" y si la había, no era inmediata- y eso no es así con los medios informáticos, lo cual tiene de malo que constantemente estemos pendientes de esa otra realidad que es la virtual; como yo, ahora mismo.
carlos

Marisa C dijo...

Cualquier motivo es bueno si hace despertar el alma, pero me hubiera gustado que Bruno hubiera abandonado su habitación por amor; soy demasiado romántica. Precioso relato, Ángeles. Abrazos.

Mj dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dicen por ahí arriba, es muy difícil saber para qué se ha venido al mundo.

El cuento es precioso :-) pero yo también creía que Bruno saldría del cuarto por amor... sin embargo, me parece muy acertado que la chica sea tan "cerrada" como él, es lo que ocurre con los adictos a los juegos y a internet, supongo. No salen de ese mundo que no termino de saber si es real o no.

Gracias por compartir esta historia con nosotros.

Besos.

Ángeles dijo...

Estamos de acuerdo, Carlos, aunque yo también me refería a adicciones algo más nocivas para la salud que las novelas y los amantes, je,je. El caso es que la tecnología, me parece a mí, es para algunas personas, una nueva droga: un nuevo alcohol, una nueva tragaperras, y cosas así, tan “clásicas”.
Gracias!


Muchas gracias, Marisa.
“Despertar el alma”, me gusta eso.
Un abrazo.


Muchas gracias, MJ. Ya veo que hay por aquí unas cuantas “adictas” al amor, je,je. Quizá esa sea la única adicción beneficiosa, ¿no crees?
Gracias a ti, a vosotros, siempre. 
Besos.

JuanRa Diablo dijo...

Se podría decir, y de hecho se dice (;p), que Bruno encontró el camino de salida, el que le devolvió a la vida.

Esta semana, movido por el interés que me causó este post, vi el documental sobre los hikikomori. No concibo esa idea de recluirse en una habitación durante años, me parece un problemón psicológico tremendo, y sobre todo me quedé pensando en lo que debe ser para unos padres ver a un hijo enterrarse en vida. Desde luego la mente humana es uno de los mayores misterios de la vida.

Imaginando cómo continuaría la historia, (me gusta hacer estas cosas) veo a Bruno pasando del mayor enclaustramiento a la mayor libertad, pasando días y noches al aire libre, viviendo con dicha esa otra conexión que no necesita cables, la del espíritu con la naturaleza.

Muy buen cuento, Ángeles :)

Ángeles dijo...

Muchas gracias, JuanRa.
Sí,la llamada de la naturaleza sigue teniendo su poder sobre el ser humano, por muy urbanita y muy "tecnologita" que éste sea. O incluso cuanto más urbano y tecnológico sea, antes acabará echando de menos el contacto con la naturaleza y los animales, que es algo que necesitamos y nos da felicidad, aunque no nos demos cuenta.
Me ha gustado lo de la conexión que no necesita cables. Creo que esa es la verdadera conexión :)

Juan M de los Santos dijo...

¿Y si nunca llegamos a descubrir para qué hemos nacido? Como muy acertadamente se ha propuesto por ahí arriba, es una suerte el encontrar una vocación y poder dedicarse a ella, pero a veces no podemos dedicar ese tiempo "muerto" a encerrarnos en nosotros mismos y esperar a que algo nos llame la atención con la suficiente fuerza como para abandonar la crisálida. La prisa por encontrar un sitio en la vida nos lleva quizá a probar un poco de todo y a quedarnos con alguna de las opciones más ventajosas, asequibles o cómodas sin llegar a penetrar en el verdadero sentido de la vida. Bruno encontró su camino y su meta y fue, supongo, feliz. Quizá solo a su manera. ¿Es posible que la insatisfacción del ser humano moderno, ese afán de tener más, esa ambición o "desideratum" sobre el que se basa la sociedad de consumo, tenga su raíz precisamente en no haber podido encontrar ese algo que hubiera dado un sentido pleno a nuestra vida?
Juro que nunca me había planteado estas profundas reflexiones. Todo me ha venido sugerido por la lectura de este a un tiempo sencillo y magnífico cuento que la magistral pluma de Ángeles nos ha regalado como, por otra parte, es habitual en ella.

Ángeles dijo...

Juan M, me alegra mucho que la lectura de esta historia te haya inducido a reflexionar sobre algo nuevo, y sobre todo me alegra que hayas venido aquí a expresarlo con tanto tino, "como, por otra parte, es habitual en ti" ;)
Thank you so much!

Holden dijo...

Me encanta la historia de Bruno y espero -así me lo quiero imaginar- que pudiese ayudar a esos animalitos. Aunque en lo personal creo que cometió en un error en acicalarse para ellos: mucho mejor habría estado asilvestrado y barbudo, más a tono con la vida que se había propuesto vivir :D

En cualquier caso, menudo coñazo como te toque un hijo así, ¿no? Y eso que me ha recordado a mí en algunas cosas xD

Ángeles dijo...

Bueno, lo del acicalamiento, ya sabes, es el reflejo físico o visible del cambio interior que se produce en Bruno. Pero sí, el estilo asilvestrado le iría bien :D

Thank you!