martes, 28 de agosto de 2012

Un buen comienzo


Se dice que las primeras líneas de una historia son decisivas, pues de ese comienzo depende que la historia nos atraiga y queramos seguir leyendo, o todo lo contrario.
Y también se dice que encontrar ese inicio determinante, esas primeras palabras que conquisten nuestro interés, es la tarea más difícil a la que se enfrenta el escritor.
Todo esto debe de ser verdad, porque hay comienzos que se han convertido en elementos de la cultura popular; frases o párrafos iniciales que parecen haber adquirido entidad propia, independiente del resto de la obra a la que pertenecen.
Son inicios que todos conocemos, aunque no hayamos leído la novela o cuento que así empieza.
Algunos son verdaderamente representativos y universalmente conocidos, como los de El Quijote, Cien años de soledad, Mobby Dick, Rebeca…
También son muy celebrados, aunque quizá no tan emblemáticos,  los párrafos iniciales que escribieron, por ejemplo, Tolstoy para Ana Karenina, Hemingway para El viejo y el mar, Jane Austen para Orgullo y Prejuicio, Paul Auster para Ciudad de cristal
Hago aquí un inciso para referirme a algo que  a mí personalmente me resulta curioso, y es  que entre los considerados grandes comienzos de la historia de la literatura se encuentren David Copperfield y El guardián entre el centeno.
No, no es que me resulte curioso porque me parezca raro, ni mucho menos, sino por esa peculiar conexión  entre ambas novelas que el propio Salinger estableció, de manera tan ‘delicada’ y con su poquito de guasa.
Charles Dickens empezó su novela con estas magníficas líneas:

Si he de convertirme en el héroe de mi propia vida, o si ese lugar ha de ocuparlo otra persona, estas páginas lo dirán.
Para empezar el relato de mi vida por el principio de mi vida, diré que nací (según me han contado y yo lo creo) un viernes a las doce de la noche. Me dijeron que el reloj empezó a dar las campanadas y al mismo tiempo yo rompí a llorar.

Y ochenta y dos años después, J.D. Salinger construyó este otro principio mítico que nos remite directamente al clásico victoriano:
Si de verdad tienen ustedes interés, seguramente lo primero que querrán saber es dónde nací y cómo fue mi puñetera infancia y qué hacían mis padres antes de tenerme y todo ese rollo al estilo David Copperfield, pero, si quieren que les diga la verdad, no me apetece entrar en eso.


Siguiendo por donde íbamos,  todas las obras que estamos mencionando aquí son reconocidos clásicos que siempre aparecen en las listas y los textos concernientes a este tema, y que se ponen como ejemplo o modelo de lo que es un buen principio para una historia.

Pero además de esas  grandes obras hay lógicamente muchas otras que podrían incluirse igualmente en esos inventarios de inicios estupendos y efectivos.
 Yo, como cualquiera, también me he encontrado en ocasiones con historias cuyo comienzo me ha parecido espléndido.
Se me vienen a la memoria diversos títulos, por ejemplo, El hermano Jacob, de George Eliot; El profesor, de Frank McCourt; La alargada sombra del amor, de Mathias Malzieu; La impaciencia del corazón, de Stefan Zweig; A cada cual lo suyo, de Leonardo Sciascia… en fin, la lista podría ser interminable, como es fácil suponer.
Son historias cuyas líneas iniciales me han seducido,  porque me han hecho sonreir o  porque han logrado que me identifique  con el personaje o la situación desde el primer momento.
Y en esto precisamente, creo yo, consiste un buen principio. En esto radica el arte de atrapar nuestro interés de modo que en seguida, nada más empezar la historia, sintamos  curiosidad por saber qué pasa ahí y qué va a pasar después.
¿A que es una delicia empezar a leer una historia y que aparezca una sonrisa en nuestro rostro, o que con esas primeras líneas sintamos que hay algún vínculo entre el personaje y nosotros?
No, no debe de ser nada fácil conseguir este efecto en el lector, y lo sabemos y le damos su valor, aunque sea de forma inconsciente. 
Porque esa conexión que sentimos,  ese vínculo que nos liga a los personajes por un motivo u otro es a veces tan sutil  que se nos escapa por entre las palabras y no lo podemos definir.
Pero eso da igual, lo importante es la emoción.
Y también es importante, me parece, tener en cuenta que un buen principio no es necesariamente  garantía de una buena historia. Ni un comienzo menos prometedor tiene por qué ser óbice para que la obra nos guste.

Pero, en fin, ese ya es otro asunto.






17 comentarios:

loquemeahorro dijo...

Realmente difícil encontrar un principio que sea brillante, enganche al lector, y no resulte muy rebuscado ni artificial.

Reconozco que aunque me leí "El guardián entre el centeno", no recordaba para nada ese comienzo, quizá porque no le tengo mucho aprecio a la obra, la verdad.

Para bueno, el de Tristram Shandy, que de bueno que era, lo alarga unas 600 páginas.

Sara dijo...

Todos los inicios que mencionas son grandes comienzos de grandes obras, pero, como muy bien reflexionas al final, un buen comienzo no garantiza una buena novela, ni uno malo, la destina al fracaso. Aunque, supongo, a los grandes autores no les resultará difícil ser ingeniosos desde el principio al fin de una obra, de ahí que les salga todo bien.

Besos.

Juan M de los Santos dijo...

Otra lección magistral sobre el buen hacer literario. Gracias, Ángeles, por compartir tu sabiduría. Si se me permite añadir un pequeño matiz: el comienzo debe ser bueno, por supuesto, pero sobre todo debe ser honesto y coherente con lo que sigue. Así, además de atrapar al lector, le está poniendo en antecedentes de lo que se va a encontrar. ¿Por cierto, qué os parece el comienzo de La Metamorfosis de Kafka?

Ángeles dijo...

Exacto, loque. A veces, el intento de resultar original y creativo puede dar lugar a algo exagerado, rebuscado y artificial, como muy bien dices.
A veces lo más efectivo -y lo más dificil de lograr- es la sencillez.
Je-je, muy bueno lo de Tristam Shandy.

Sara, no te creas, los grandes autores también tienen sus problemillas: que si la página en blanco, que si los atascos... vaya, que tener talento es una 'ayudita', pero el trabajo duro no hay quien se lo quite.

juann, una vez más, la amabilidad de tu valoración excede ampliamente el mérito de mi entrada. Pero mi autoestima y yo te lo agradecemos, desde luego.

Estoy totalmente de acuerdo con el matiz que añades: al lector hay que decirle desde el principio qué clase de obra se va a encontrar. No vale cambiar el rumbo a mitad del viaje.
Ah, el comienzo de Kafka: me dejó tan traumatizada cuando lo leí de adolescente que mi cerebro se había negado a acordarse de él. Esto seguramente demuestra que como inicio impactante es un éxito.

MJ dijo...

Una entrada muy bonita, un tema muy interesante. Además,estoy totalmente de acuerdo contigo.
Te felicito por el artículo, me ha gustado mucho.

Un comienzo que me encantó fue el de "La sombra del viento" de Carlos Ruíz Zafón:


"Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido.
—Daniel, lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie —advirtió mi padre—. Ni a tu amigo Tomás. A nadie."

JuanRa Diablo dijo...

¡Y tanto que un buen comienzo es importante! De hecho creo que puede llegar a ser determinante para decantarnos por un libro o dejarlo de lado, por mucho que, como bien dices, un comienzo poco atractivo puede convertirse luego en una historia excelente.

Pero en mi caso, cuando voy a elegir entre algunos de esos libros pendientes que esperan desde hace años su turno en la librería, suelo leer las primeras líneas de todos y me quedo con el que tenga las más seductoras. Así es la cosa :D

Es curioso que hables de libros en tu blog. No sabía que te gustasen tanto...

Ángeles dijo...

Muchas gracias, Mj, me alegro mucho de que te haya gustado. Y gracias por tu aportación de inicio favorito.

Ya veo, JuanRa, que para ti el inicio de un libro es realmente decisivo. ¿Alguna vez te ha decepcionado un libro cuyo inició te sedujo?

Claro, ¿cómo ibas a a saber que me gustan los libros, si nunca hablamos de ello? ;-)

JuanRa Diablo dijo...

No recuerdo ninguno ahora. Al revés sí: libros que empezaron algo espesos y luego me atraparon.

¿Has visto que en la primera foto se ve un libro con el título Paris postcards? ;)

Ángeles dijo...

Eso está bien, acordarse solo de lo bueno :-)

Sí, me he fijado en el libro de Postcards, pero no es raro, porque la foto es de uno de los escaparates de Shakespeare and Company (y al lado del libro de Postcards están las obras completas de Shakespeare).
La otra foto, por cierto, está también tomada en París, en un lugar muy curioso que te encantaría...

Manuela Mangas Enrique dijo...

Siempre salgo de aquí con algo nuevo aprendido. Gracias, Ángeles.

Es cierto: me he encontrado con libros cuyos principios eran más bien flojitos y luego han conseguido atraparme. Aunque la verdad es que últimamente leo más poesía, y claro, ahí cambia la cosa...

Un abrazo.

Ángeles dijo...

Muchas gracias, Manuela.

Yo no soy lectora habitual de poesía, pero supongo que en esto, como en otros aspectos, la poesía es un mundo aparte.

Un abrazo.

Mae Wom dijo...

Hay un libro cuyo principio recuerdo especialmente aunque no sé porqué no recuerdo casi la historia y es el de "Mañana en la batalla piensa en mí", de Javier Marías.
Me atrapó completamente ese comienzo y a pesar de haber leído otros que también me han enganchado ése se quedó grabado en mi memoria.

También es un gusto cuando un principio es más o menos neutral y a medida que vas leyendo solo quieres leer más. ¡Si es que la lectura es un placer!

Ángeles dijo...

Pues sí, Mae Wom, el principio que citas es intrigante, aunque a mí me parece también un poco "spoiler", no sé si estarás de acuerdo. De todas formas, como la cosa se explica pronto, tampoco importa mucho. Pero sí, sin duda es un inicio de los que dan ganas de seguir leyendo.
Es que Marías...

Anónimo dijo...

Bueno, de principios de libros no sé, no me he parado nunca a pensarlo. Pero principios buenísimos de películas que luego se echan a perder dejándome totalmente decepcionado, de esos hay montones.

carlos

Ángeles dijo...

Es verdad, Carlos, ahora que lo dices, me imagino que es más fácil recordar los casos de las películas porque la peli nos dura dos horas. Con un libro en cambio, si lo seguimos leyendo, nos da tiempo a que se nos olvide si el inicio nos pareció más prometedor o menos.

guille dijo...

Puestos a principios y puestos a Matias "No quería saber pero he sabido"

¡¡ Toma ya !!

El día que escriba historias de 99 paginas vuelvo a leerlo.

casi todos los principios que citas los conocía.

Me encanta como nos cuentas eso tan importante para enganchar al lector.

Y te diré que no había unido los dos principios a pesar que Salinger cita a quién copia.

Está entrada es una gozada. Buscaré mas entradas que me plazcan.

Ángeles dijo...



Qué bien, Guille, muchas gracias.
Espero que sigas encontrando por aquí más entradas que te plazcan.