miércoles, 1 de agosto de 2012

Cuento. El guía del cementerio

(Primera parte)

Aunque ya estaba jubilado, el señor Mouchet seguía acudiendo al cementerio cada día.

Había pasado allí la mayor parte de su vida y no veía por qué no podía seguir pasándola en el mismo sitio.
Amaba el cementerio como otros aman la montaña o el campo. Le parecía el lugar más hermoso del mundo y allí era donde más cómodo y en paz se encontraba.
Lo conocía perfectamente, y hubiera sido capaz de recorrer aquel laberinto de caminos, tumbas y vegetación con los ojos cerrados o en plena noche.

Todos los días, por la mañana o por la tarde, Mouchet aparecía por allí, balanceando su paraguas, y pasaba el tiempo caminando por los senderos y por entre las lápidas, disfrutando con el sonido de sus pasos en la grava o sobre las hojas secas y con el trino de los pájaros.
A veces se entretenía en poner de pie algún jarroncito o tiesto que el viento había volcado, o en acariciar a los gatos que habían hecho de aquel vergel su refugio. Como él, que allí se sentía más seguro que en cualquier otro lugar.

Mouchet estaba perdiendo la vista. Cada día le costaba más leer las inscripciones de las lápidas y distinguir las facciones de los ángeles  que velaban las sepulturas.
Sabía los nombres de los árboles centenarios, pero ya no los reconocía en la distancia.

A pesar de esto, Mouchet no era, como pudiera parecer, un hombre triste ni apenado. Al contrario, su vivacidad y su voz templada decían que era una persona feliz. Y amable, como suelen serlo las personas felices.

Algunos días iba a la parte más antigua, la que nadie visitaba ya.
Allí las lápidas estaban cubiertas de musgo y las esculturas enmohecidas, y las malas hierbas crecían alrededor de las tumbas. La mayoría de estas viejas sepulturas ya no cumplía función alguna, muchas estaban rotas o abiertas, pero seguían allí como testimonio de lo que fueron y de lo que somos.

En el resto del cementerio, en cambio, era fácil coincidir con personas, solas o en grupo.
Normalmente aquellos que iban solos no necesitaban ayuda. Eran deudos que iban a visitar una tumba o paseantes que disfrutaban del romántico parque. En ese caso, no les decía nada.

Pero si iban en grupo eran casi siempre personas que no conocían el lugar, turistas o curiosos que con frecuencia buscaban la tumba de algún personaje importante.
Entonces Mouchet se acercaba a ellos y les decía:
-Buenos días, señores. ¿Buscan alguna tumba en particular? ¿Alguna celebridad?
Y estas personas, que andaban perdidas en aquel dédalo de sepulcros, expresaban alivio y gratitud.

Y Mouchet, satisfecho, decía:
-Ah, sí, Delacroix. Vayan por este sendero hasta el cruce, giren a la derecha…
O bien:
-Oh, Apollinaire, muy difícil de encontrar, muy difícil. La lápida queda oculta por los setos y pueden pasar de largo sin verla.

Y siempre, con indicaciones claras y exactas, o incluso acompañando a las personas hasta el lugar, daba a todos la orientación perfecta de cada sitio.
Si la conversación lo permitía, adornaba sus indicaciones con anécdotas o curiosidades sobre la celebridad en cuestión, y al terminar dejaba caer su frase favorita:
-He sido guía del cementerio durante cuarenta años.

A continuación, viendo acercarse a otras personas, se despedía de los que ya estaban informados y se acercaba a los nuevos:
-Señores, ¿buscan alguna tumba en particular? Díganme, yo puedo indicarles…

Qué feliz era Mouchet. Y qué útil.

Una tarde, aunque ya oscurecía y pese a su menguada visión, alcanzó a ver la silueta de un hombre que estaba junto a uno de los caminos, sin moverse, como quien espera...
                                                                                                                                 
(Continuará)

11 comentarios:

MJ dijo...

Muy acertada y encantadora la descripción del guía del cementerio,además con una nota sorprendente de felicidad :-) Pintas un paisaje al más puro estilo romántico.
Pero me ha dado un repelús cuando has dicho: "Seguían allí como testimonio de lo que fueron y de lo que somos". ¡Ay, ay! "De lo que somos" Brrrrr.

Me quedo con la curiosidad de saber qué le pasará al bueno del señor Mouchet.

Sara dijo...

Cuando he leído las primeras líneas de tu cuento, Ángeles, no he podido dejar de evocar ciertas escenas de "La sombra del ciprés es alargada", donde también los cementerios tienen una magia especial.

Como MJ., me quedo en ascuas esperando qué le pasará al señor Mouchet.

Un abrazo

Manuela Mangas Enrique dijo...

Ángeles, qué buena mano narrativa tienes. Te felicito. Mucha ternura se ve también. Me ha encantado.
Espero, pues, esa segunda entrega.

Un abrazo.

loquemeahorro dijo...

Como quien espera que acabe este relato y no quedarse con la intriga!!

Qué bien escribes, malandrina.

Ángeles dijo...

Gracias, MJ. Espero que se te haya pasado el repelús :-D y me alegra que veas esa "nota de felicidad". Es un tanto a mi favor.

Gracias, Sara. No he leído "La sombra...", pero tengo entendido que es sumamente triste y pesimista. Espero que esta pequeña historia no te haya dado esa impresión.

Manuela, muchas gracias por tu valoración, es un honor.
Ojalá la segunda parte te guste igual.
Un abrazo.

Je, je, malandrina... Muchas gracias, loque, y espero parecerte igual de "malandrina" en la segunda parte.
Saluditos.

Rato Raro dijo...

¿Cómo has convertido un cementerio en algo tan bello?

Un abrazo,

Rato Raro

Ángeles dijo...

No, Rato Raro, no he sido yo. El cementerio que me ha inspirado este cuentecillo es así de bello. Qué digo, mucho más.
Pero muchas gracias por ese gran halago en forma de pregunta.

Un abrazo.

guille dijo...

Siempre he tenido curiosidad por las personas que mas saben de un tema, de un sitio.

Me gusta mucho la idea de esos cementerios USA de grandes explanadas verdes.

Coloqué de entrada "tu" cementerio allí, hasta que vi quien esta enterrado lo cual lo coloca de inmediato en Italia...


(pausa para reír) jjajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja
(fin de la pausa para reír)

Vale, no está en italia.

Ahora a ver que te sacas de la cabeza para contarnos quien es esa presencia novedosa

Conociendote apostaría por un fantasma.
Y me voy a atrever a cuantificar la apuesta, si es fantasma gano un premio, si no lo es tu ganas un premio.

Ángeles dijo...


No, no está en Italia, jejeje.

¿Un fantasma? ¿En un cementerio? ¿En una historia mía? ¡Pero a quién se le ocurre! :D

Tendrás que ir a la segunda parte a ver si hay premio para alguien...

Thanks for visiting!

guille dijo...

¡¡¡ Para mi !!! Hay premio para mi, me ha vencido la curiosidad y he acudido a la segunda parte. Fantasma, famoso pero fantasma.

Ya quisiera yo encuentros como esos.

Fantasma e historia tuya pegan, no necesitan cementerio.

Ángeles dijo...


Ja,ja, pues sí, Guille, premio para ti. Pero para Mouchet también, que el fantasma no apareció sólo por aparecer...